Ahora ya sabes de quién decimos: es un
joven de carácter. Lo decimos de aquel que tiene principios, ideales nobles y
sabe ejecutarlos y permanecer firme en ellos. Permanecer firme aun cuando todos
los que le rodean sean cobardes y sin carácter. Permanecer firme a pesar de
millares y millares de ejemplos adversos.
¡Permanecer firme en los principios,
sean cuales fueren las circunstancias! Sólo Dios sabe cuán terriblemente
difícil es esto a veces.
Cuando en un grupo de jóvenes se
ridiculiza con burla la verdad, la doctrina católica o la Iglesia , levantar entonces
la palabra sin espíritu de ofender, pero con valentía, descubriendo los errores
y falsos argumentos, es algo que requiere un gran carácter, y cierto heroísmo.
Cuando la risa despreocupada de tus
compañeros te invita a dejar el estudio ingrato de tu lección de matemáticas,
permanecer en estas ocasiones fiel al deber, es propio de todo un
carácter.
¡Qué pocos son, por desgracia, los que
en nuestros días tienen este carácter de mártir!
«Al hombre justo y firme en sus
propósitos, aunque el mundo resquebrajado caiga, lo encontrarán impávido en las
ruinas.
No te preocupes de satisfacer las necesidades de tu estómago, sino las
de tu alma. Antes morir que vivir con mala moralidad. Quien es libre según el
cuerpo, pero tiene atada su alma, es esclavo; quien está exento de mal en el
alma, es hombre libre, aunque tenga el cuerpo encadenado.
Es de más provecho
para el Estado si en moradas pequeñas viven almas grandes, que si en palacios
viven hombres de un alma esclava. Tu alma es la irradiación de la divinidad;
eres su hijo; por tanto, tenla en gran estima. ¿No sabes que llevas a Dios en
tu persona? Nuestro fin es obedecer a Dios para que de esta suerte nos hagamos
semejantes a Él.
El alma es como una ciudad sitiada; detrás de sus muros
resistentes vigilan los defensores. Si los cimientos son fuertes, la fortaleza
no tendrá que capitular. Si quieres ser bueno, antes has de creer que eres
malo.
Absténte del mal y no condesciendas jamás con tus malas inclinaciones. En
todas tus obras, grandes o pequeñas, mira a Dios. Enseña a los hombres que la
felicidad no está donde ellos, en su ceguera y miseria, la buscan. La felicidad
no está en la fuerza.
La felicidad está en ti, en la libertad verdadera, en el absoluto
dominio de ti mismo, en la posesión de la satisfacción y la paz...»
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