A Gerard Bessiere (Autor de “Jesús, el Dios inesperado”) le ha
preguntado alguien cómo se las arregla para estar siempre contento. Y Gerard ha
confesado cándidamente que eso no es cierto, que también él tiene sus horas de
tristeza, de cansancio, de inquietud, de malestar. Y entonces, insisten sus
amigos, ¿cómo es que sonríe siempre, que sube y baja las escaleras silbando
infaliblemente, que su cara y su vida parecen estar siempre iluminadas? Y
Gerard ha confesado humildemente que es que, frente a los problemas que a veces
tiene dentro, él “conoce el remedio, aunque no siempre sepa utilizarlo: salir
de uno mismo”, y buscar la alegría donde está (en la mirada de un niño, en un
pájaro, en una flor) y, sobre todo, interesarse por los demás, comprender que ellos tienen derecho a verle alegre y entonces entregarles ese fondo
sereno que hay en su alma, por debajo de las propias amarguras y dolores. Para
descubrir, al hacerlo, que cuando uno quiere dar felicidad a los demás la da,
aunque él no la tenga, y que, al darla, también a él le crece, de rebote, en su
interior. José Luís Martín Descalzo.
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