Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de la providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado si Dios te considera plenamente realizado a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente a ese Dios que te quiere para sí.
Y que llegará hasta tí aunque jamás lo veas.
Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente cogido, cuanto más decaído y triste te encuentres.
Teilhard de Chardin
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