Sirve la nube, sirve el aire,
sirve el surco.
Donde haya un árbol que
plantar, plántalo tú; donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú; donde
haya un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo tú.
Sé el que aparta la estorbosa
piedra del camino; sé el que aparta el odio de entre los corazones y sé el que
resuelva las dificultades del problema.
Existe la alegría de ser sano
y la de ser justo; pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de
servir.
¡Qué triste sería el mundo si
todo en él estuviera hecho, si no hubiera una rosa que plantar, una empresa que
acometer!
Que no te llamen solamente
los trabajos fáciles. ¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
Pero no caigas en el error de
que sólo se hacen méritos con los grandes trabajos; hay pequeños servicios que
son buenos servicios: adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña...
Aquél es el que critica, éste
es el que destruye: ¡sé tú el que sirve!
El servir no es faena de
seres inferiores. Dios, que da el fruto y la luz, sirvió. Pudiera también
llamársele así: ¡Él que sirve!
Él tiene sus ojos fijos en
nuestras manos y nos pregunta cada día:
¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al
árbol, a tu amigo, a tu madre?
(Gabriela Mistral)
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